Durante mucho tiempo sentí una llamada fuerte a darlo todo. Lo único que no encontraba era el lugar. No terminaba de encontrar lo que Dios quería para mí, pues sentía que mi vida era estar en medio del mundo, al tiempo que sentía la necesidad de tomar tiempos de desierto y soledad.
Trabajaba como maestra en un colegio público y sentía que era allí donde el Señor me pedía estar, con una vida bien sencilla, ordinaria y simple. Pensé que era eso lo que quería de mí el Señor, pero notaba que no estaba llena, no sabía qué me faltaba y cómo podía hacer con esa insatisfacción, al tiempo que mi vida era bien cómoda. Iba a misa todos los días, hacía algún ratito de oración, trabajaba en la parroquia y me daba todo lo que podía… pero había algo que no funcionaba, pues no era feliz.
Me engañaba pensando que era demasiado exigente y que era esa la vida que tenía que llevar, hasta que un día cayó en mis manos “Quiero ver a Dios”, un libro escrito por el Padre María Eugenio del Niño Jesús, carmelita descalzo y fundador del Instituto Nuestra Señora de la Vida.
Leyendo esta síntesis de los santos del Carmelo encontré una nueva espiritualidad que no conocía demasiado, a pesar de ser española. Algo que me tocaba en lo más profundo de mi ser y que me abrió una luz grande sobre mi vida. Los santos del Carmelo se convirtieron en mis guías y aunque no todo lo comprendía tenía claro que era eso lo que el Señor me llamaba a vivir. Pero ¿Cómo? Seguía sin saberlo y ahora no quería siquiera preguntármelo.
Poco tiempo después… descubrí el Instituto Secular Nuestra Señora de la Vida por medio de alguien que conocía de hacía tiempo, pero que no sabía que pertenecía a un Instituto Secular. No sabía ni siquiera lo que era aquello. El caso es que había algo en ella que me llamaba la atención. Terminó por invitarme a ir una Semana Santa a Venasque (Francia), donde se encuentra la Casa Madre del Instituto y allí, sentí fuertemente una atracción grande sobre lo que el Señor me pedía. Después, volví a mi vida normal y me resistí todo lo que pude, hasta que al final, estas palabras de Oseas “La seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” me hicieron volver a pasar unos días en Francia, en el Centro de este Instituto. Sentí que hasta que no me abandonara no iba a estar en paz, y finalmente eso es lo que hice.
Entré en el Instituto Nuestra Señora de la Vida, pasando dos años de formación en el Centro del sur de Francia. Después, volví a España y continué con mi mismo trabajo. Volví a colaborar en la parroquia donde vivía… Mi vida a simple vista no ha cambiado mucho, hago lo mismo, pero para mí, sí que ha cambiado completamente. Mi consagración al Señor es ahora lo que da sentido a todo, a mi trabajo, a la pastoral… a cada momento de mi vida cotidiana. Las horas de oración diarias me ayudan a que sea Jesús el centro de todo lo que hago.
Ahora mi vida está plena de sentido y de acción de gracias.