Desierto y silencio

Se buscará la intimidad con Jesucristo a través de retiros, de tener un “tiempo de desierto”, alejados de todo ruido, prisas y preocupación diarias, centrados en la Palabra de Dios desde el silencio.
El desierto era lugar de encuentro con Dios para Moisés (Ex 3, 1-4; 17) y Elías (1Re 19)
Se trata de una soledad llena de la presencia del Señor, que nos pone en contacto con el Padre a la luz del Espíritu Santo.
La experiencia de desierto en el discernimiento vocacional es necesaria por ser un lugar especialmente querido por Cristo. Él mismo fue llevado al desierto antes de su misión y frecuencia se retiraba solo a rezar (Mt 14, 23):

“Al amanecer, estando todavía oscuro, se levantó, salió de casa y se retiró a un lugar desierto para orar” (Mc 1, 35)

 

“Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar” (Lc 5, 16)

El Señor quiso que los Apóstoles también tuvieran esa intimidad con Dios:

“Venid conmigo a un lugar apartado y solitario para descansar un poco” (Mc 6, 31)

Por ello, la Iglesia ofrece a sus hijos, un lugar y un tiempo en el que experimentar cómo Jesucristo les lleva a un sitio aparte, al desierto, para que estén con Él (Mc 3, 14) y para allí hablarles a su corazón (Os 2, 16).

Dios proveerá para que este “nuevo desierto” ofrecido por la Iglesia, sea también un Monte Tabor, lugar donde Dios manifiesta ahí su presencia divina junto con los dos personajes más celebres del desierto: Moisés y Elías.

“Necesidad de no tener prisa cuando se está a solas con quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Jesús)

 

“¡En la soledad habla Él más al corazón!” (Santa Maravillas)

 

“Procurad hacer un poco de silencio también vosotros en vuestra vida para poder pensar, reflexionar y orar con mayor fervor y hacer propósitos con más decisión. Hoy resulta difícil crearse «zonas de desierto y silencio» porque estamos continuamente envueltos en el engranaje de las ocupaciones, en el fragor de los acontecimientos y en el reclamo de los medios de comunicación, de modo que la paz interior corre peligro y encuentran obstáculos los pensamientos elevados que deben cualificar la existencia del hombre” (Beato Juan Pablo II)

 

«El alma ansía soledad, silencio completo de criaturas, para atender sólo a eso tan oculto que parece que el Señor le da»
(Santa Maravillas)

 

“En la vida oculta y silenciosa se realiza la obra de la redención. En el diálogo silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas con las que va creciendo el Reino de Dios y se forjan los instrumentos selectos que promueven su construcción”
(Santa Edith Stein)

 

“Para orar hay que procurar en nosotros un profundo silencio interior. La oración es verdadera si no nos buscamos a nosotros mismos en la oración, sino sólo al Señor. Hay que identificarse con la voluntad de Dios, teniendo el espíritu despojado, dispuesto a una total entrega a Dios. Entonces nos daremos cuenta de que toda nuestra oración converge, por su propia naturaleza, hacia la oración que Jesús nos enseñó y que se convierte en su única plegaria en Getsemaní: «No se haga mi voluntad, sino la tuya»”
(Beato Juan Pablo II)